“Cuando fui a la escuela fue muy traumático por mi acento, y los niños se burlaban de mí. Finalmente eliminé el acento. No quería recordar nada del español... pues, estaba muy avergonzada. En el restaurante mis padres contrataron a muchos inmigrantes y…. por alguna extraña razón, subliminalmente, este reapareció. Era la única forma que podía comunicarme con los cocineros. Este volvió. Y pensé: está bien. Ya no estaba avergonzada. Pensé: esto es bueno, ¿sabes?. Y los cocineros se sentían cómodos con la niña mocosa que corría. Muchos de los hispanos en la comunidad no hablan español y especialmente más en ese tiempo. Todos mis primos crecieron en Planeview y de los cuatro nadie habla español. Luego se casaron y se fueron. Estábamos hablando sobre eso el otro día, sobre el español y pensé que de alguna forma fue una bendición oculta que se quedara conmigo.” Carmen Rosales.