La década de 1970 fue una época de transición. Las industrias de ferrocarriles y empacadoras de carne que atrajeron a las primeras oleadas de mexicoamericanos a Wichita estaban cambiando. La aparición de nuevas empacadoras en el suroeste de Kansas produjo que lugares como Cudahy y Dold redujeran su actividad o cerraran por completo. Las tiendas e instituciones que apoyaban a las familias trabajadoras del North End también cerraron. Mientras tanto, una nueva ola de inmigrantes de México y América Latina desafiaron a las familias hispanas más antiguas de la ciudad.
Hijo de inmigrantes, Jess Cornejo abrió una empresa de camiones y excavaciones en 1952. En las décadas de 1970 y 1980, la compañía se convirtió en Cornejo & Sons gracias a la ayuda de los cinco hijos de Jess, que ayudaron a administrar y expandir el negocio a las áreas de la construcción, demolición, transporte de desechos y asfaltado. En la fotografía, Jess y su hijo Ron aparecen frente a uno de los camiones de la compañía.
Nacido en Cuba, Carlos Mayans llegó a los Estados Unidos después de la Revolución cubana. Fue miembro de la Cámara de representantes del estado de Kansas antes de ser elegido alcalde de Wichita en 2003.
Inaugurado en 1929, el Teatro Nomar fue un centro social para el extremo norte o north end de Wichita. Al principio, los latinos tuvieron que sentarse en el palco, al igual que las demás personas de color. Sin embargo, en la década de 1960, sus hijos pudieron sentarse en cualquier lugar del teatro y recordarlo con cariño como una experiencia de la infancia. A medida que se mudaron nuevos inmigrantes de México, se hizo conocido por mostrar películas en español.
Martin Ortiz (1919-2009), fundador del Centro de Asuntos Mexicoamericanos del Whittier College, California, fue un educador que inspiró a generaciones de estudiantes con sus palabras y sus hechos. Ortiz nació en Wichita. Sus padres migraron a los Estados Unidos y se establecieron en Wichita al poco de concluir la Revolución mexicana. A Ortiz le encantaba ir a la escuela, aunque sabía poco inglés por entonces. Dejó la escuela con 13 años, después de que uno de sus maestros se burlara de él. De esta experiencia sacó una enseñanza: “no llores, capacítate”, que usó como eslogan con sus estudiantes décadas más tarde.